La vida, esa maravillosa obra de Dios, siempre presente en cualquier lugar al que observemos, siempre luchando por un espacio en el cual habitar, siempre llenando de dinámica a nuestro planeta. La vida, esa obra divina manifestada en plantas, animales, microorganismos. Sin vida la Tierra sería un planeta más del sistema solar; gracias a la vida, la Tierra es única en el sistema solar.
La vida habita en cualquier lugar imaginable, en los mares, los ríos, los lagos y lagunas, en el suelo y subsuelo, en las rocas, en las cavernas, hasta en las almohadas y las camas (algunos ácaros muy diminutos, por ejemplo); algunas soportan temperaturas extremas (tan frígidos como en los polos y tan cálidos como en Yellowstone); otras soportan condiciones ácidas o alcalinas (en el suelo o en el agua); algunas viven sin agua durante semanas, otras sin alimento durante meses, incluso otras viven dentro de nosotros. Y es que la vida es capaz de adaptarse a las condiciones más increíbles y sobreviven las que mejor se adapten, las que no siguen el ritmo simplemente se extinguen. Esa es la regla general: adaptarse o extinguirse.
En el mundo urbano es difícil observar la adaptabilidad de plantas o animales, simplemente porque estamos rodeados de edificios, viviendas, negocios, personas, personas y más personas. Pero aún así, si prestas atención verás que a pesar de estar en una ciudad, podrás observar este proceso de adaptabilidad. Sin embargo en la naturaleza disturbada es donde uno puede observar la adaptabilidad de la vida en pleno proceso. Y ese proceso lo observé en las afueras de mi ciudad natal.
La laguna de Yanamate, esa que da una triste bienvenida a todo aquel que visite Cerro de Pasco, es una laguna muerta. Desde 1981, Yanamate empezó a ser impactada por la actividad minera, vertiendo las aguas ácidas hacia esta laguna, poco a poco la vida a la que cobijaba empezó a disminuir y finalmente fue exterminada; las aves envenenadas por la acidez del agua, así como pequeños peces, algunos anfibios, cualquier animal que entrare en contacto con el agua ácida tenía una muerte segura. Pero no sólo ellos, las plantas fueron quemadas, las pobres no tenían donde huir como podrían hacerlo los animales, toda aquella vegetación que rodeaba a la laguna estaba sentenciada a una muerte lenta.
La laguna creció tanto que llegó a unirse con otra cercana, la laguna Huaygacocha, formando un solo cuerpo de agua superficial. Hasta empezó a amenazar con llegar a la Carretera Central cuando alcanzó su máximo nivel. Las aguas rojas de Yanamate eran señal de muerte.
Hasta que hubo un atisbo de sensatez, en 2003 Volcan pone en operación la Planta de Neutralización de Aguas Ácidas, derivando las aguas que eran vertidas en la laguna hacia esta Planta. Al fin Yanamate ya no recibiría más estas aguas envenenadas, sin embargo el impacto ambiental ya estaba hecho.
El próximo año se cumplirán 30 años de impacto ambiental; 30 años donde impunemente se dañó no sólo un cuerpo de agua, sino todo un ecosistema; 30 años de muerte silenciosa pero a la vista de todos. Y este problema al parecer continuará por muchos años más, ya que por el momento no está en la agenda de ningún político, ni de la Empresa Minera, ni de alguna ONG, simplemente nadie se interesa por esta laguna.
Pero la naturaleza es tan maravillosa, tan perfecta que no requiere de ayuda humana, sólo de tiempo, de mucho tiempo.
Desde 2003 hasta hoy el nivel del agua ha descendido en poco más de 7 metros de altitud y ha dejado al descubierto el daño ocasionado al lecho de la laguna y al suelo: ramas quemadas, huesos de animales muertos, erosión. Aun así la vida es perseverante y hoy podemos ver vida ¡SI, VIDA! ¡INCREIBLE PERO CIERTO!, se pueden ver algas en zonas húmedas, pequeños pastizales en algunos sectores y hasta arbustos. De a poco la vida se abre paso en este ambiente afectado y para el que lo observa, es una emoción gratificante saber que la vida sólo requiere de tiempo, ha perdurado durante millones de años; ni asteroides, ni climas extremos, ni extinciones masivas han hecho que la vida se acabe, como mencioné líneas arriba, la clave es la adaptabilidad.
Ello no quiere decir que debemos cruzarnos de brazos y esperar muchos años (quizás miles de años) a que la vida por si sola recupere su plenitud en Yanamate. Es necesario que actuemos y mitiguemos los impactos causados por nuestras actividades.
La vida, esa maravillosa obra de Dios, me brindó una estupenda lección, una lección recibida de una especie tan sencilla como las algas: la perseverancia. Ante la adversidad, hay que perseverar.
Esa es la lección…
Fotografía 01: Vértebra de un animal, posiblemente un perro. Así como este hueso, hay muchos otros que se encuentran alrededor de la laguna, muestras de la muerte provocada por las aguas ácidas.
Fotografía 02: Las aguas rojas de Yanamate, signo de la contaminación minera.
Fotografía 03: Tallos quemados de una planta, así como esta, muchas plantas y animales fueron muertos producto de la contaminación de la laguna. Fotografía 04: Las algas van devolviendo el verdor al suelo marrón y muerto de lo que antes fue el lecho de la laguna Yanamate.
Fotografía 05: Dos especies de arbustos creciendo entre las rocas que antes estuvieron cubiertas por las aguas ácidas de la laguna, observese la línea al fondo de la fotografía que diferencia la degradación ambiental y el verdor.
Fotografía 06: La vida se abre paso al borde de la laguna Yanamate, lo que fue un terreno totalmente degradado, hoy va recuperando su verdor.
Fotografías del 01 al 06 por Eliot Ríos.