La religión nos dice que el hombre es creación de Dios, la ciencia nos dice que el nombre científico del humano es Homo sapiens, un homínido sumamente evolucionado pero que al fin y al cabo es un animal como cualquier otro de nuestro planeta. Se dice que a diferencia de los animales, los humanos no nos basamos por el instinto sino por la inteligencia, y eso nos hace muy diferentes a los animales, muy superiores. Sin embargo, con ciertas actitudes echamos a tierra esa afirmación y confirmamos lo que en el fondo somos: animales. Para ser seres tan evolucionados, actuamos muchas veces peor que los animales.
No conozco animal alguno cuya madre sea capaz de matar a sus crías sin una razón justificable. Sin embargo hay mujeres que matan a sus hijos sin razón aparente.
En el reino animal las madres no se alejan de sus hijos, los cuidan y protegen. Muchas mujeres abandonan a sus hijos, no se hacen responsables por ellos, los tienen desatendidos, los dan en adopción.
Los animales solo matan a otro animal por necesidad, para alimentarse. Los humanos matan a los animales por placer, por diversión, por deporte, hasta dicen que por arte (¿el arte de la tauromaquia?).
Dicen que el humano tiene emociones y sentimientos, pero muchos son indolentes ante el sufrimiento de un animal, es más, algunos gozan y se deleitan viendo morir cruelmente a los toros de lidia y los gallos de pelea.
Hacemos con los animales lo que nos place: los encerramos en jaulas como prisioneros y los exhibimos en zoológicos, los adiestramos a punta de látigos para lucirlos en circos, los vendemos, obtenemos marfil a costa de tantos elefantes muertos, destruimos su hábitat, contaminamos su entorno, los atropellamos. Han pasado dos mil años desde que los romanos utilizaran animales para su espectáculo y parece que hoy nada hubiese cambiado, pasaron otros dos mil ¿la cosa seguirá igual? ¿O es que ya no habrá animales?
Aun así hay personas quienes valoramos a los animales, quienes aprendemos de ellos y los respetamos, porque ellos también nos dan lecciones, nos enseñan. Como aquellos jóvenes entusiastas de Huancayo que salen a las calles recolectando firmas para la abolición de las corridas de toros, como aquellos hombres con abrigos verdes y sombreros arrugados del Parque Nacional de Nairobi en Kenia que cuidan y ayudan a desarrollarse a los pequeños elefantes huérfanos, o mujeres como Jane Goodall que lleva 50 años de su vida dedicada al estudio de los chimpancés.
Los animales también nos dan lecciones, como la de Christian el león, como la del hipopótamo tratando de salvar a un impala de las fauces de un cocodrilo, o la lección de un cazador como el leopardo que duerme al lado de la cría de un babuino.
En fin, si hoy no valoramos a nuestros compañeros en esta Tierra, pues dentro de poco nos quedaremos solos, lamentándonos de haber perdidos, como cuando extinguimos en 1936 al tigre de Tasmania o tilacino, un animal que se creía era el causante de la muerte del ganado pero que hoy se ha demostrado que era falso esa afirmación.
¿Qué hacer entonces? Pues educar a nuestros hijos, educarnos, respetar a estos seres que como nosotros tienen sentimientos, tienen inteligencia, sienten dolor, que sufren y esperan que algún día el hombre por fin les tienda la mano y comprenda que el padre celestial quiso que hombres, animales y plantas convivan en este maravilloso planeta.
Lecturas y videos recomendados
Comercio asiático de fauna
Jane, 50 años en Gombe